viernes, 11 de febrero de 2022

Rincón de la copla. XXI Aniversario. Febrero 2022

Para la luz tengo tiempo,

para las sombras y el aire.

Lo que yo no tengo nunca

es tiempo para olvidarte.

Acaba de fallecer nuestro querido Ángel Guinda (Zaragoza 1948- Madrid, 2022) Premio de las Letras Aragonesas 2010. Profesor, articulista, traductor y ensayista, es y será siempre y sobre todo un poeta muy significativo en el panorama literario español de los últimos cuarenta años. No vamos aquí a relatar su biobibliografía y obra, sino a destacar su faceta humana de fraternal amigo y buena persona. Era hombre alegre, dinamizador, amigo de sus amigos y maestro de nuevas generaciones de poetas que le admiran y a los que siempre estaba dispuesto a ayudar. En uno de nuestros frecuentes encuentros le solicité una copla y he aquí el hermoso ejemplo que publicamos como homenaje al poeta y amigo, que permanecerá vivo en su obra y siempre en el recuerdo.



Clara soy, Clara me llamo

siendo clara me enturbié,

por eso no diga nadie

de este agua no beberé.

La escritora, poeta y filóloga oscense afincada en Madrid, Susana Diez de la Cortina Montemayor, ha publicado un extenso e interesante ensayo, "La mujer y los sueños en el romancero" (Mira Editores) de próxima presentación, donde desarrola un documentado recorrido sobre el protagonismo de la mujer en la larga historia de los romances, su papel en la sociedad medieval y otros aspectos que iluminan, a través de nuestro rico romancero, elementos de intervención femeninos que aportan una nueva visión -incluidos los sueños y la mujer en la Edad Media- a este tema. Un libro interesante con abundantes ejemplos de romances y, sobre todo, un exhaustivo trabajo de investigación y culta divulgación de este género poético de tanta importancia en nuestra historia.



¿Queréis la guerra? No iremos.

Con la paz entre las manos

por arma, os enterraremos.

El espanto de la guerra, siempre de actualidad por desgracia, se podría traslucir en estos versos de Rafael Alberti, claros y sencillos. En nuestros días de “tristes guerras”, como diría Miguel Hernández, nos apena el constatar que, a pesar de los enormes adelantos científicos y técnicos, el hombre sigue la senda de la violencia, mientras muchos miramos hacia otro lado, ocupados como estamos en menesteres a veces muy alejados de la solidaridad con quienes sufren y tienen menos. En fin, ¿serán los poetas quienes al fin den testimonio de la injusticia? Ojalá así fuera, aunque puede que las palabras, que siempre deberían sustituir a los fusiles, topen con la muralla que levantan los grandes intereses de quienes mueven guerras, crisis y mentiras.



Quiero palabras sencillas

sin oropel ni bandera,

palabras de campo corto,

de casa chica y de acequia.

José Ángel Monteagudo (Zaragoza 1969) novelista y poeta de apasionante biografía, es un escritor con una obra consolidada, que sugerimos consultar en Internet, y que desarrolla actualmente una intensa actividad en actividades relacionadas con la cultura del libro. En su ya lejano trabajo “Vera del Moncayo. Memoria histórica” (I. F.C 2005) encontramos un bello prólogo del recordado escritor Román Ledo, en el que nos aporta una sentida copla del poeta Julio Alejandro “cuyas cenizas abonan el incipiente vástago de olmo que sus amigos plantaron en el paraje de La Aparecida, junto al viejo molino de Berola”. Nunca debemos olvidar a nuestros escritores, que se fueron hace ya tiempo en silencio y que tanto han aportado a la cultura literaria aragonesa.


Heraldo de Aragón, 6,13,20,27 febrero 2022