sábado, 28 de septiembre de 2019

La copla, por Valentín Martín




 El escritor y periodista Valentín Martín, publica este magnífico artículo sobre la copla en el periódico "Salamanca al día".
Muchas gracias por citarme.

Pinchad el enlace:
https://salamancartvaldia.es/not/217178/la-copla/?fbclid=IwAR2QxptLufKsLYMeqa0G5NDskIgPAe1_deBMUEMjvgh-qP98Lotx-OE0PcI

Texto:

Una de las señas de identidad de la dictadura franquista es su voracidad por apropiarse de todo. Incluso del pantano de mi pueblo, una idea de don Filiberto Villalobos, médico, ministro de la segunda república, y sobre todo paisano. Qué faena nos hizo usted, don Fili. A la idea de don Fili le siguió el proyecto de Indalecio Prieto, que es quien tenía las competencias para hacer el pantano. Todo quedó interrumpido por  el golpe de Estado. A la república no le dio tiempo ni a acabar con las miles de escuelas que estaba construyendo. Y el pantano de mi pueblo lo construyó e inauguró Franco, como otros muchos proyectos republicanos.
Por cierto, tengo que repetir aquí que el generalísimo se equivocó de botón al inaugurar el pantano de mi pueblo. No le dio con el dedo al de bajar las compuertas, sino al de encender las luces de la presa. Así que ahí tenemos al dictador con la euforia luminosa y a pleno sol. E inaugurando dos veces en dos minutos el mismo pantano.
La dictadura franquista se apropió también de la gente. Unos se dejaron y otros no pudieron oponerse porque estaban ya muertos. Entre esto últimos hay que contar con don Miguel de Unamuno, que después de dimes y diretes, fue enterrado con honores falangistas. Vivir para ver, hubiera dicho el Rector.
Unamuno, como todos los escritores de la Generación del 98 menos los hermanos Machado, era enemigo acérrimo de la copla. La copla, un género popular español tan lleno de pasiones y del que no se conoce muy bien su origen fue fagocitada también por los propagandistas del franquismo.
Mal hecho porque la copla caminó sola primero de la mano de Pastora Imperio, y luego fue más bien republicana si recordamos a  “María de la O”, “El día que nacía yo”, “Suspiros de España”, “Ojos verdes”,  “La bien pagá”, o “En las cruces de mi reja”, por poner unos ejemplos.
Y hay un claro desacierto al identificar a la copla con Andalucía. Hay autores como Quintero que era de Ceuta, Ochaita de Guadalajara, Solano de Cáceres. Y si vamos a las voces, tenemos a Concha Piquer (la musa del régimen) nacida y criada en Valencia; Angelillo, de Madrid; Imperio Argentina, de Buenos Aires; Raquel Meller, de Tarazona; Rosita Ferrer, de Barcelona. No se puede achacar a la casualidad que los ideólogos culturales del régimen pensasen llegar por todos los medios a una España andalucista.
Por eso hicieron con el flamenco lo mismo que con la copla, obviando que Carmen Amaya era catalana, o Antonio Gades (Antonio Esteve) era de Alicante; o que Rafael Farina se crió en Los Pizarrales de Salamanca, después de nacer en un pajar del Martinamor, unos cuantos kilómetros dentro de la misma provincia.
La copla y el flamenco se rozan, pero no son lo mismo. El origen del flamenco parece cercano a un mestizaje morisco. Y tampoco es lo mismo que el llamado cante jondo (hondo) de quien Manuel de Falla decía que era más antiguo que el flamenco.
Ahora Estrella Morente ha grabado un disco de copla. Hace bien, flamenca de postín por parte de padre y madre, ha reinado en el flamenco hasta ahora. La inquietud le llevó a su padre -Enrique Morente- a buscar nuevas fórmulas de expresión dentro del flamenco, mientras que otros como José Menese se han muerto sin apartarse de su pureza.
Esa misma inquietud ha empujado a Estrella a la copla.  Estrella no añade nada a este género, aunque no pierde la dignidad de una intérprete prodigiosa. Pero “aflamenca” la copla. Y está bien que lo intente, aunque para eso haya tenido que huir de las clásicas (“Cinco farolas”, “Y sin embargo te quiero” “Ojos verdes”, y alguna más).
Cuando hace unos años asistimos a la trifulca entre Rocío Jurado y Concha Márquez Piquer porque la primera había dicho (al ser preguntada por la Piquer) que ella era más larga, Rocío tenía razón aunque la hija de la tonadillera y del torero rubio, que estaba casado con otra, se pusiese como se puso. Porque Rocío Jurado cantaba tan bien la copla como el flamenco, incluso como la balada.
De esto doy fe, porque la escuché junto a su primer marido con quien departimos el tiempo de los exilados que un día volvimos.
Y conmigo, toda España.
Tanto la copla como el flamenco tienen unos cimientos literarios. Y ahí sí que no pueden saltarse las reglas. La poesía popular -tan olvidada- es muy agradecida pero muy exigente.
Digamos que desde este ángulo, la copla es para Rafael de León, devoto de Miguel de Molina; y que el flamenco lo dejamos para Federico García Lorca, más cercano a Manuel Torre y Tomás Pavón.
Las dos seducciones se fusionan en dos poetas actuales: Miguel Ángel Yusta,  a quien debemos cientos de coplas y que tiene un espacio semanal en el “Heraldo de Aragón” para dar vida a esta poética, y Manuel López Azorín, que enlaza con el anterior a través del romance (con guiños a la seguidilla) en su libro “Romancero flamenco”.
Ni en la literatura ni en la música se puede poner de rodillas en el  olvido aquello que es tan importante que nadie sabe de dónde viene. Y es porque viene del pueblo.

viernes, 13 de septiembre de 2019

sábado, 7 de septiembre de 2019

Rincón de la copla. Sept. 2019

Siempre que me voy de ti
me cuesta decirte adiós,
porque estás grabada, Soria,
dentro de mi corazón.

Durante una semana del mes de agosto se celebra en la ciudad de Soria un certamen exclusivamente dedicado a la Poesía, que ya va por su duodécima edición. Está apoyado con entusiasmo por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento y el soporte de diversas entidades sorianas. Asisten, cada vez en más número, autores y editores tanto de España como de países hispanoamericanos. El ambiente en la bella ciudad vecina es muy especial y ya va por el séptimo año que acudimos puntuales a una cita donde la poesía se funde con la amistad, la música y, por qué no decirlo, la afamada gastronomía de la ciudad del Duero, lo que unido a sus numerosas bellezas naturales y monumentales hace especialmente grata la estancia. De ahí la nostalgia en la despedida...



Un caballo bebe solo
lluvia y sangre sin consuelo.
La negra noche es más negra
porque está solo, sin dueño.

Blas Muñoz Pizarro (Valencia, 1943), es profesor de Latín y licenciado en Filología Hispánica. En 1971 obtuvo el “Premio Nacional de Poesía José Antonio Torres”. En 1975 fue incluido en la antología Un siglo de poesía en Valencia, de R. Bellveser. Publicó en 1981 Naufragio de Narciso
[1971-1973] becado por el Ayuntamiento de Valencia. Ha permanecido luego en
silencio poético hasta el año 2007. En estos últimos años ha sido reconocido con más de una veintena de galardones nacionales e internacionales, entre ellos el “Premio de Poesía Miguel Labordeta 2010” del Gobierno de Aragón.
En una reciente conversación, me comenta que a los quince años escribió, dentro de un relato,esta copla de reminiscencias lorquianas que no me resisto a reproducir.



Palomita palomita
cuidado con el pichón.
Mira que rondando el nido
está el gavilán ladrón.

La copla de hoy pertenece a Los Gavilanes, una de las más famosas zarzuelas de nuestro rico repertorio lírico. Compuesta por el maestro Jacinto Guerrero, se estrenó en el Teatro de la Zarzuela en el año 1923. En esa época era muy corriente, dada la fama internacional de nuestra jota, incluírla en los libretos de numerosas zarzuelas, muchas de ellas con ambiente aragonés (La Dolores, Gigantes y cabezudos...). Fue una época dorada que se está recuperando para las nuevas generaciones. La Zarzuela constituye un patrimonio cultural y musical inmenso que estamos obligados a preservar y difundir con el respeto y calidad debidos, pues ciertas “actualizaciones” desvirtúan las obras originales que constituyen un valioso documento del lenguaje, costumbres y modos de la época.


La copla es bella, potente,
directa e inigualable;
mana desde el corazón
y de allí al alma se expande.

La copla como estrofa poética, la cuarteta octosílaba asonantada, ha sido a través de toda la literatura española motivo de hermosas composiciones. Es preciso, empero, distinguir la copla estrofa de la copla como canción española que surgió a finales de los años veinte del pasado siglo y tuvo su mayor esplendor hasta los años sesenta. Hoy sigue vigente, resistiendo al tiempo, con nuevas letras e intérpretes. A propósito cito la impresionante obra, tesis doctoral de Ana María Martín Villegas (Institución Fernando el Católico, 2019), que en un estudio exhaustivo y brillante recoge el recorrido histórico de las canciones -coplas- populares españolas, con abundante documentación. Un trabajo ímprobo e indispensable con prólogo de Agustín Sánchez Vidal.



El querer que por ti siento
es luz que la noche roba,
alma tras unos barrotes
que se pudre triste y sola.

En el extenso prólogo de la obra del poeta y flamencólogo José María Lopera, Gonzalo Rojo recoge la interesante información referente a que, en los siglos XIX y XX, se editaron importantes colecciones de coplas, bien en recopilaciones (Demófilo, Rodríguez Marín) como en colecciones sueltas o formando parte de otras publicaciones (novelas, ensayos, artículos etc.), destacando entre sus autores Fernán Caballero, Augusto Ferrrán, G.A. Bécquer, Manuel Balmaseda, Salvador Rueda, J.R. Jiménez, Antonio y Manuel Machado, José Bergamín, Rafael Montesinos y muchos más. Vemos pues que la copla ha tenido autores de renombre y calidad a su servicio, lo cual nos fortalece en el ánimo de seguir batallando por su pervivencia. La de hoy es del citado José María Lopera.


(Heraldo de Aragón: 1,8,15,22 y 29 sept. 2019)