Las coplas de un
poeta, Miguel Ángel Yusta
Juan Domínguez
Lasierra
Miguel Ángel Yusta,
escritor y poeta zaragozano, vuelve por do solía, tras varias
antologías sobre el tema, y nos ofrece una nueva entrega de su
sección “Rincón de la copla”, firmada “Mayusta” y publicada
en el dominical de Heraldo de Aragón, a la que añade una
breve antología de otras suyas, muchas inéditas. En su sección
dominical (desde hace ya veinte años, un referente en la historia
del veterano diario zaragozano) alternan coplas del repertorio de
grandes joteros (Oto, Galé, Cecilio Navarro...) con versos de
grandes escritores españoles (desde Lope de Vega a la generación
del 27 y posteriores), desde conocidos autores aragoneses de nuestros
días a testimonios de coplistas de distintas regiones españolas. No
faltan las coplas popularizadas por legendarios cantantes, lo mismo
Miguel Fleta, Alfredo Kraus, Teresa Berganza o Plácido Domingo, que
Concha Piquer, Lola Flores, Antonio Molina o Carlos Gardel. Ni las
surgidas de zarzuelas firmadas por los más grandes del género:
Guerrero y Ramos Martín, Chapí, el maestro Serrano, Echegaray y
Caballero… Ni falta el recuerdo a los que han estudiado la jota,
como Demetrio Galán Bergua, Antonio Beltrán, Alfonso Zapater,
Javier Barreiro… Y también, como se indica al principio de estas
líneas, una selección de las numerosas creaciones propias del
antólogo, en las que Mayusta dedica sus cuartetas especialmente al
tema eterno: el amor o su ausencia.
Yusta
lleva muchos años batallando por la dignificación de la copla
aragonesa. Entre sus participaciones en el concurso de coplas de las
Fiestas del Pilar –que ha ganado en más de quince ocasiones--
hasta el mencionado “Rincón de la copla”, son ya más de treinta
años sacando del ostracismo (es decir, de sus ámbitos habituales)
el patrimonio de la jota, difundiéndolo y enriqueciéndolo con
mimbres propios y ajenos, otorgándole un pedigrí que hasta no hace
mucho se le negaba.
Son
muy interesantes, en su brevedad, las acotaciones que Yusta incorpora
a sus “rincones”, en las que imparte doctrina, con autoridad más
que contrastada, partiendo del concepto métrico acuñado de la
copla: “una estrofa poética que se compone de cuatro versos
octosílabos, rimando en asonante los pares y quedando libres los
impares”.
A
partir de aquí, de esta escueta preceptiva, con la copla se puede
hacer poesía mala, regular, buena y magistral, y nos referimos lo
mismo a lo popular que a lo culto, pues como dice el autor, “puede
ser inigualable vehículo de belleza, precisamente, por la obligada
concisión en la expresión que conlleva su brevedad”. Vehículo de
“todo tipo de emociones y sentimientos y, naturalmente, de los más
hermosos y controvertidos de todos ellos: los que cabalga el amor”.
Y porque “recorrer el cancionero español es pasear por un inmenso
jardín de coplas que, por toda la geografía hispana, surgen con
intensidad en fiestas profanas, celebraciones religiosas o familiares
y otros eventos”. La copla es arte popular que, por su intrínseca
belleza, ningún gran poeta culto ha querido dejar de cultivar.
Si
nos referimos a la parcela de las coplas de jota, canta o cantica,
estamos en lo mismo. “A pesar de la ‘bravura’ que casi de una
manera tópica se quiere asociar con nuestro primer cante regional
–señala Yusta--, hay muchas letras que con belleza lírica
expresan sentimientos para ser cantados casi al oído”. Para
combatir la herencia de esos tópicos, propone Miguel Ángel,
“renovar e incorporar nuevas letras a sus tonadas, sin miedo a las
que expresen sentimientos amorosos con delicadeza y ternura, en la
seguridad de que, también en ellas, brilla la belleza de la jota”.
Se trata de incorporar lo lírico a la expresión popular de la
copla. “Su metro se adapta como guante al dedo para manifestar en
muy pocas y escogidas palabras los sentimientos que se quieren
plasmar”, se ha dicho.
Lo que trasciende de
esta recopilación es algo de significativa importancia: que la
copla, en sus mejores manifestaciones, es un género poético. Porque
la copla no es sino una forma de poesía, utilizada secularmente por
poetas de toda laya, y una y otra vez reactualizada por los poetas de
nuestros días. La sección de Yusta recoge también coplas de poetas
de ultramar, como José Hernández, José Martí o Mario Benedetti, o
del ya mencionado Carlos Gardel.
Volvamos a lo que
aquí nos interesa, a esta antología propiciada por nuestro buen
poeta y gran coplista M. Á. Yusta, el más idóneo para realizarla
por su laboriosidad de antólogo y su capacidad creadora a un tiempo,
en este río inmenso y lleno de afluentes y meandros sorprendentes.
Las coplas que nos
propone Yusta son una forma quintaesenciada de la poesía, y a este
género pertenecen con todo derecho, aunque se camuflen o ignoren en
los tratados literarios, de una forma u otra, salvo cuando son
autores consagrados por la creación literaria general los que las
han empleado en alguna ocasión, sean Bécquer, Juan Ramón Jiménez,
los Machado, García Lorca, Alberti, Cernuda o Gerardo Diego.
Hay que subrayar que
Yusta (que además tiene publicados más de veinte poemarios propios,
y está incluido en numerosas antologías y grabaciones
discográficas, y es fecundo colaborador en prensa y revistas
literarias) ha entrado en el mundo poético de la copla a través de
una de sus versiones más populares, la que acompaña a la jota de su
tierra. Que la jota aragonesa ha propiciado una versión rocera o
enfática de la copla no se puede cuestionar, aunque, como en todo,
hay que distinguir el trigo de la paja. Y durante estos últimos
años, a través de recopilaciones de vario formato, Yusta ha ido
separando lo uno de lo otro, arrinconando la parva, y ofreciéndonos
lo más poético, sensible, culto, que la copla aragonesa ha ido
generando a lo largo de los siglos.
Como señala Yusta,
los temas más utilizados en la copla de jota aragonesa han sido el
paisaje y la tierra de Aragón, el Ebro, el Pilar y los distintos
sentimientos de las gentes que la habitan. “Pobladores desde el
Oroel al Moncayo, tan diferentes como el paisaje y con tanta riqueza
en su diversidad, han protagonizado las numerosas variantes de
nuestro folclore más difundido. La jota, hoy, se sitúa como el
canto y baile más emblemático de Aragón y en los últimos tiempos
parece renovarse y evolucionar con lentitud, pero con firmeza,
gracias a la labor de jóvenes y entusiastas investigadores”.
Y no conforme con
ello, ha ido más allá de lo local, y ha ido recopilando lo mejor de
la copla procedente de la expresión poética española en general a
lo largo de los tiempos. Incluso nos ofrece un ejemplo de cómo la
jota aragonesa ha traspasado fronteras, como manifiesta el cante: Se
baila el jaleo en Cádiz / y la “soleá” en Triana / y por
Requena y Utiel / la jota zaragozana. O el dato anecdótico de
coplas de jotas cantadas en euskera.
El resultado de esta
nueva recopilación de Yusta es una joya literaria, que pone de
manifiesto que la poesía no necesita ni de largos parlamentos ni de
retorcidas retóricas para ser expresión de lo esencial poético. La
copla es como el buen perfume, que en frasco pequeño se “vende”,
es decir, adquiere su mejor fragancia.
Aquí se nos ofrece
la copla en toda su entidad temporal y creadora, capaz de
esencializar, como decimos, los sentimientos, emociones, vivencias
más intensas con apenas unos cuantos versos, con unas cuantas
“palabras verdaderas” como exigía Machado a la poesía.
Todo esto parece
evidente, pero siempre necesitamos de alguien que lo ponga de
manifiesto, lo demuestre, lo plasme. Y aquí está el hermoso, el
fundamental mérito de Miguel Ángel Yusta, que no conforme con
enriquecer magistralmente la copla con sus propias creaciones, ha
tenido la voluntad de darle a este género poético toda la dimensión
literaria que merece, ejemplificando sus más notorios frutos. Pasen
y lean, y admírense de lo que una copla es capaz de transmitir con
tan sencillos mimbres, esa herencia que recibimos en sus primeros
balbuceos de poetas anónimos, que los clásicos tuvieron la
sensibilidad de hacerlas suyas y que, pasando por siglos de toda
forma de poesía, sigue tan viva como siempre, porque lo esencial
poético cabe en ella con el molde de las cosas que son eternas.