domingo, 20 de septiembre de 2020

Heraldo de Aragón, 125 años.

 

Tiene emblemas nuestra tierra
de historia y de tradición:
la jota, el Pilar, el Ebro
y el Heraldo de Aragón.
 
Ciento veinticinco años
de constancia, fe y trabajo
dan a Heraldo de Aragón
su galardón más preciado.
 

viernes, 4 de septiembre de 2020

Recordando...

Cancionero de coplas aragonesas. 
Miguel Ángel Yusta. 
Olifante 2011

PRÓLOGO
José Luis Melero.

Hay quienes aseguran que la cuarteta se inventó
sólo para que con ella pudiera cantarse la jota
aragonesa. Sería hermoso poder creerlo. Pero lo
cierto es que esos cuatro versos octosílabos, que
riman en asonante el segundo y cuarto, fueron la
combinación métrica elegida para crear la copla
que en Aragón se llama también canta, cantar o
cantica– y han constituido desde siempre el soporte
textual habitual de la jota cantada, excepción
hecha de los estribillos y de algunas pocas
coplas de cinco o seis versos.
Esa estrofa ha sido históricamente utilizada
en Aragón por dos tipos de poetas: los de
extracción popular, los hombres del pueblo que
con su ingenio y sensibilidad tradicionales han
creado algunas de las cantas más hermosas; y los
de formación académica y voluntad y exigencia
literarias, los escritores “cultos” para entendernos,
que también han puesto en muchas ocasiones su
inspiración al servicio de la jota. Entre los prime
ros, con más o menos matices, podemos recordar
a Ambrosio Ruste, Emilio Ester Rubira, Ruperto
Aznar Sanz, Luis Sanz Ferrer, José Iruela, Antonio
Zaera, Pedro Lafuente, Joaquín Yus, Vicente
Torres o Antonio Arilla. Los segundos son tantos
que sería imposible nombrarlos a todos: desde
Eusebio Blasco, Luis Royo-Villanova, Joaquín
Dicenta, Mariano de Cavia, Cosme Blasco, Mariano
Miguel de Val o Juan Moneva (quien, a pesar
de escribir no pocas coplas, aseguraba con su
sinceridad y tono cáustico habituales que la jota
no representaba de modo inequívoco el alma y el
carácter de Aragón, y que lo que éste necesitaba
era templar caracteres y no guitarras) hasta José
García Mercadal, Fernando Castán Palomar, Alberto
Casañal, Sixto Celorrio, Gregorio García-
Arista, Alfonso Zapater o José Verón Gormaz.
A este último grupo, al de los poetas y escritores
con mayúsculas, pertenece Miguel Ángel
Yusta, quien no sólo no ha desdeñado la copla
como modo de expresión poética sino que se ha
convertido en los últimos años en uno de sus más
decididos defensores desde su sección “Rincón de
coplas” en Heraldo de Aragón. Yusta, que es poeta
delicado y exquisito y uno de los autores de coplas
más importantes de Aragón, ha perdido ya la
cuenta de las veces que ha ganado el Concurso de
Coplas Aragonesas que convoca el Ayuntamiento
de Zaragoza, y ha conseguido el honor sin parangón
de que algunas de sus cantas sean ya patrimonio
de todos y de que todos las canten sin conocer
su autoría. Este es sin duda uno de los mayores
deseos de cualquier escritor de coplas aragonesas:
que pasen al acervo popular y se conviertan en
parte sustancial de nuestro folclore. Hoy ya nadie
recuerda quién compuso “Me llamaste labradora /
pensando que era bajeza / y me pusistes un ramo
/ de los pies a la cabeza”, que tantas veces hemos
oído cantar; y nadie recordará mañana que fue
Miguel Ángel Yusta el que escribió: “Asomarte
a la ventana / de noche no deberías, / que haces
levantarse a todos / pensando que ya es de
día”, o la muy emocionante: “Cuando yo muera
ponedme / bajo tierra aragonesa / que quiero,
poquico a poco, / fundirme entero con ella”. No
todos sin embargo han pensado siempre así, y
Gregorio García-Arista se quejaba ante Rodríguez
Marín “de lo efímero de la satisfacción que puede
alcanzar el autor de coplas que, al divulgarse, pierden
la paternidad”, a lo que el poeta y folclorista
sevillano tuvo que recordarle “el placer de ver el
autor popularizada y en boca de todos su propia
obra”.
Miguel Ángel Yusta ha retomado pues la
antigua tradición, nunca perdida del todo, de
que los grandes escritores aragoneses dedicaran
algunos de sus afanes a la jota aragonesa. Yusta ha
sido tan generoso con sus gentes y su cultura que
decidió que esos esfuerzos por difundir y prestigiar
la jota no serían pocos sino abundantes,
pródigos y fecundos. Y el resultado es este cancionero
de coplas que viene a enriquecer de forma
indiscutible la gran bibliografía ya existente sobre
cantares aragoneses. Coplas de amor, coplas sobre
Aragón, sus gentes y su paisaje, coplas de costumbres,
rondaderas…, coplas que nos llegan al
corazón porque nos hablan de los sentimientos y
las pasiones de muchos de nosotros.
Por esa dedicación a nuestras coplas, por esa
generosidad en entregar a la jota buena parte de
su talento, los aragoneses estamos en deuda con
Miguel Ángel Yusta. El pueblo llano aragonés, el
que todavía canta la jota a diario sin pedir perdón
por ello a los gurúes de la modernidad y a
tantos como se empeñan en uniformarnos bajo
una cultura global, ha encontrado en él al mejor
de sus troveros.