domingo, 21 de enero de 2018

domingo, 14 de enero de 2018

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 Heraldo de Aragón. Rincón de la copla 14 de enero de 2018

jueves, 4 de enero de 2018

CANCIONERO DE COPLAS.Presentación en Madrid, 14 diciembre de 2017




CANCIONERO DE COPLAS ARAGONESAS de Miguel Ángel Yusta
Texto de la presentación en Madrid
Casa de Aragón, 14 de diciembre de 2017

SUSANA DÍEZ DE LA CORTINA. Filóloga, escritora y poeta.




Le oí decir en esta Casa a Pedro Iturralde, con ocasión del concierto que nos ofreció allá por el mes de mayo “la última violetera”, la cupletista zaragozana Corita Viamonte, que lo mejor de la música del siglo pasado fue la copla, porque las letras eran pura poesía. El libro de Miguel Ángel Yusta “Cancionero de coplas aragonesas” es un claro ejemplo de esto último, porque es pura poesía. Y resulta sintomático que quien dijera tal cosa fuera Iturralde, el gran saxofonista pionero en la fusión del flamenco y otros estilos musicales tradicionales de nuestro país con el jazz -incluso antes que Paco de Lucía- que se encontraba en aquel concierto de Corita porque ella había sido muchos años percusionista en su banda de jazz. Con esto quiero decir que no es justo asociar la copla únicamente con una anticuada España cañí, pues ha despertado el interés y la consideración de muchos creadores modernos, de creadores de vanguardia, y este es el caso también de Miguel Ángel Yusta, autor de coplas de corte exquisitamente tradicional, pero muy modernas por el tratamiento de sus temas. Por ejemplo, tiene una copla que a mí me gusta especialmente porque habla de la jota desde una perspectiva bastante inusual:

La jota es flecha lanzada
desde el corazón al cielo:
el sentimiento es el arco
y, quien la canta, el arquero.

(MAYUSTA, Cancionero, pág. 33 )


Hoy que se cumplen 426 años de la muerte de quien fuera gran coplista, San Juan de la Cruz, he querido traer a colación esta oportuna copla de Yusta, y compararla con una estrofa de Otras coplas a lo divino de San Juan (redondillas):

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanzas falto
volé tan alto tan alto,
que le di a la caza alcance.


En la imagen del arco y la flecha está recogida tanto la tradición mística, donde la tensión del arco y la flecha lanzada al cielo forman parte de esa metáfora de la caza de altura en la que el “alcance” es la expresión del éxtasis místico, como la tradición clásica grecolatina del arco y las flechas de Cupido… Por lo tanto, en esta breve composición de Yusta hay una gran riqueza de alusiones literarias que, al ser aplicadas a la jota que representa la tradición de su tierra, produce por contraste un efecto muy novedoso. Algo así pasa con su copla:


Cinco sentidos tenía
y los cinco yo perdí,
porque tú me los robaste
cuando te fijaste en mí.

(MAYUSTA, Cancionero, pág. 21)

que recuerda esas otras coplas gallegas, muy populares, que seguro que conocen:


Ojos verdes son traidores
azules son mentireiros
los negros y acastañados
son firmes y verdadeiros


Cinco sentidos tenemos
los cinco necesitamos
pero los cinco perdemos
cuando nos enamoramos


La copla, como vemos, es una forma poética que sirve de letra a las canciones populares de todas partes de España: jotas, chotis, canciones gallegas, cuplés… Su nombre proviene de la voz latina copŭla, que significa "enlace", "unión", ya que a menudo al ser cantadas las cuartetas se amplían con versos de unión o enlazados de una cuarteta a la otra, o bien se producen repeticiones o variaciones de versos, a veces en forma de estribillos, etc.

Los chotis y cuplés de los que hablaba antes tienen también como base las cuartetas octosilábicas; “La violetera” que popularizó Raquel Meller -y universalizó Chaplin- es una cuarteta de copla, aunque con una ligera variación en la repetición del cuarto verso:

Llévelo usted señorito,
que no vale más que un real,
cómpreme usted este ramito
cómpremelo señorito,
p’a lucirlo en el ojal.



La cuarteta octosilábica de la copla, por lo tanto, está profundamente arraigada en la cultura popular peninsular. En la página 547 de su clásico manual “Métrica Española”, Tomás Navarro Tomás dice de la copla que es «la más corriente de las estrofas populares. Se cuentan por millares en las colecciones folklóricas. Puede decirse que su abundancia compite con la de los refranes. Se canta en la jota aragonesa, en la charrada salmantina, en la ronda manchega, en la cueca chilena, en la mañanita mexicana, etc. Figura en el canto andaluz con los nombres de saeta, petenera, malagueña, rondeña, granadina y varios otros enumerados por Manuel Machado en su Cantaora. A veces se componen en serie encadenada repitiendo la última palabra o todo el verso final de cada cuarteta al principio de la siguiente».   Según hace constar en la página 433 el mismo autor, «la cuarteta es una combinación de cuatro octosílabos con asonancia en los pares, abcb. Aparece atestiguada desde las jarchyas hispano-hebreas del siglo XI. Es designada comúnmente, por antonomasia, copla o cantar». Así lo hace constar también en el prólogo del “Cancionero” José Luis Melero cuando dice que en Aragón a la copla se la denomina canta, cantar o cantica.


Este profundo arraigo de la copla en nuestra cultura se explica porque su surgimiento es tan antiguo como el de las lenguas vernáculas peninsulares. De hecho, es probable que la copla proceda de versos pareados más largos, al igual que los antiguos romances, que a su vez son desgajamientos de los cantares de gesta, de ahí que tanto los romances como las coplas tradicionales tuvieran rima asonante en los pares.



La lírica medieval se caracterizó por una gran diversidad de formas métricas. Esa misma riqueza métrica continuó viéndose durante todo el Renacimiento, momento en que produjo la dignificación de la lírica tradicional con la inclusión de motivos y rasgos estilísticos folclóricos dentro de la literatura culta de la época: "Toda la literatura hispánica de la gran época -señala Margit Frenk Alatorre- , desde la Celestina hasta Calderón, está atravesada por una veta popularizante, sin la cual no sería lo que es". En efecto, como ha señalado entre otros estudiosos Américo Castro, el hombre renacentista idealizaba al hombre primitivo, alejado de los vicios de la civilización y más cercano a Dios. A finales del XVI y principios del XVI esa imitación de la lírica popular fue tan sistemática que Frenk Alatorre observa que se puede hablar de una auténtica escuela poética semipopular: «En ese nuevo espíritu se escribieron muchos estribillos de letrillas y de romances y además se creó todo un género, que llegaría a tener enorme importancia, lo mismo dentro de la literatura contemporánea que en la poesía folklórica de los siglos subsiguientes: la seguidilla».


Las coplas de arte menor más habituales se pueden clasificar en tres grandes   tipos: la cuarteta de romance (4 octosílabos abcb), la seguidilla (el primero y tercero heptasílabos libres y el segundo y cuarto pentasílabos asonantados) y la redondilla (4 octosílabos abba).

La seguidilla, como la copla, es parte de nuestra cultura, tanto la popular como la culta, desde sus orígenes hasta nuestros días. Ha sido cultivada no sólo por el pueblo anónimo sino por los autores cultos, algunos de los más brillantes, por citar sólo unos pocos casos, Antonio Machado, Rafael Alberti o Federico García Lorca. Hay una interrelación constante entre la corriente culta y popular a lo largo de toda la historia. En la página 11 del prólogo de los “Cantares” de Yusta José Luis Melero hace alusión a esto mismo: “este es sin duda uno de los mayores deseos de cualquier escritor de coplas aragonesas: que pasen al acervo popular y se conviertan en parte sustancial de nuestro folclore”. La redondilla es una variante de la cuarteta más usada en la literatura de autor, como éstas tan conocidas de Sor Juana Inés de la Cruz en las que, como verán, el tono es marcadamente distinto:

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal? (…)





La influencia entre la corriente anónima de la copla y sus cultivadores en la literatura ha sido, además, mutua: los poetas se han inspirado en el modelo popular para construir coplas que, a su vez, a menudo han sido recogidas por la tradición e incorporadas a su acervo, olvidándose su autor. Así lo expresa Manuel Machado:

.

Procura tú que tus coplas

vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón

en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.


También los compositores de música clásica se inspiraron con frecuencia en estas composiciones populares. Por poner sólo un ejemplo muy conocido, María de la O Lejárraga García escribió, bajo el nombre de su marido, las coplas que son la letra de la “Canción del fuego fatuo” de “El amor brujo” de Falla:

Lo mismo que el fuego fatuo
lo mismito es el querer
lo huyes y te persigue
lo llamas y echa a correr



Pero aunque la copla tuvo un extraordinario auge en el XX, cuando se popularizó especialmente con la conocida como ‘copla andaluza’ (Concha Piquer, Estrellita Castro, Rocío Jurado) su origen medieval lo atestigua la misma estructura métrica de la cuarteta, que sugiere su procedencia del desmembramiento en dos hemistiquios de un verso más largo, de ahí que la rima sea en los pares y los impares queden sueltos.


En cuanto a los temas, el amoroso es indudablemente el más tratado en este tipo de composiciones en cualquier época, y también es el más recurrente en las coplas de M. A. Yusta:



Quien quiera entender de amor
que aprenda a leer miradas,
a escuchar en los silencios
y a sellar palabras vanas.


(MAYUSTA, Cancionero, pág.26)


Las coplas tradicionales hablan de amores y a menudo, claro, destilan una cierta moralina añeja, que en las de Miguel Ángel Yusta desaparece para dejar paso a una sensibilidad amorosa más moderna:



No ates jamás el amor
con cadenas y grilletes
déjalo que vuele libre
que si está preso, se muere.

(MAYUSTA, Cancionero, pág.27)


Además del tema amoroso, Miguel Ángel Yusta toca otros relacionados con su tierra. Sus “Cantares” se articulan así en cuatro grandes bloques temáticos: “Coplas de amor”, “La tierra aragonesa”, “Las gentes, el paisaje” y “Coplas de costumbres”:

Las coplas de jota son
como el aire de mi tierra,
nos hacen caminar firmes
y se nos llevan las penas.

(MAYUSTA, Cancionero, pág.27)


Arrancarán de los campos
la vid que cavó mi padre
mas no de mi corazón,
que junto a su tierra late.

(MAYUSTA, Cancionero, pag.64)



El lenguaje de las coplas suele ser coloquial y directo, aunque se recurre a menudo al doble sentido o a los juegos de palabras para conseguir efectos cómicos, como en esta copla llena de sentido del humor:

Una luz en mi ventana 

dejo encendida de noche 
por si vienes a buscarme 
con oscuras intenciones.

(MAYUSTA, Cancionero, pag.27)



Estamos, pues, ante un tipo de composición enormemente versátil. La copla se acopla -nunca mejor dicho- casi a cualquier cantar, de modo que podríamos entonar los versos de Yusta con la melodía de un cuplé, una canción popular gallega, una copla andaluza, o una albada…da igual, porque la cuarteta se adapta a todas ellas. Ahora bien, las coplas de jota tienen una característica formal interesante, y es la repetición de los versos segundo y cuarto para poner el énfasis en las rimas. Casi al final de su libro, en la página 71, Yusta nos expone esta peculiaridad formal de la jota: “se inicia la jota con el canto del segundo verso, seguido del primero, se repite el segundo, se dicen tercero y cuarto y se acaba el canto enlazándose nuevamente con el primero, constituyendo siete versos cantados. Esto ha de tenerse en cuenta a la hora de componer la copla para que sea coherente su sentido al interpretarla. Cargar la fuerza en el segundo verso, que inicia el cante y encadenar el sentido del cuarto con el primero, que terminan la jota, son algunas de las importantes premisas para que llegue al oyente en plenitud expresiva”.

De modo que, enlazando con lo que decía al principio y ya para terminar, quisiera presentarles cómo quedaría aquella copla que tanto me gusta del arco y la flecha al ser cantada como una jota, y ya me dirán si no gana en expresividad e intensidad con la repetición de las palabras finales de los versos pares, ‘cielo’ y ‘arquero’:

Desde el corazón al cielo,
la jota es flecha lanzada
desde el corazón al cielo,
el sentimiento es el arco
y quien la canta el arquero,
y quien la canta el arquero,
la jota es flecha lanzada.