CANCIONERO DE COPLAS
ARAGONESAS de Miguel Ángel Yusta
Texto de la presentación
en Madrid
Casa de Aragón, 14 de
diciembre de 2017
SUSANA DÍEZ DE LA
CORTINA. Filóloga, escritora y poeta.
Le oí
decir en esta Casa a Pedro Iturralde, con ocasión del concierto que
nos ofreció allá por el mes de mayo “la última violetera”, la
cupletista zaragozana Corita Viamonte, que lo mejor de la música del
siglo pasado fue la copla, porque las letras eran pura poesía. El
libro de Miguel Ángel Yusta “Cancionero de coplas aragonesas” es
un claro ejemplo de esto último, porque es pura poesía. Y resulta
sintomático que quien dijera tal cosa fuera Iturralde, el gran
saxofonista pionero en la fusión del flamenco y otros estilos
musicales tradicionales de nuestro país con el jazz -incluso antes
que Paco de Lucía- que se encontraba en aquel concierto de Corita
porque ella había sido muchos años percusionista en su banda de
jazz. Con esto quiero decir que no es justo asociar la copla
únicamente con una anticuada España cañí, pues ha despertado el
interés y la consideración de muchos creadores modernos, de
creadores de vanguardia, y este es el caso también de Miguel Ángel
Yusta, autor de coplas de corte exquisitamente tradicional, pero muy
modernas por el tratamiento de sus temas. Por ejemplo, tiene una
copla que a mí me gusta especialmente porque habla de la jota desde
una perspectiva bastante inusual:
La jota es flecha
lanzada
desde el corazón al cielo:
el sentimiento es el
arco
y, quien la canta, el arquero.
(MAYUSTA,
Cancionero, pág. 33 )
Hoy que se cumplen 426 años de
la muerte de quien fuera gran coplista, San Juan de la Cruz, he
querido traer a colación esta oportuna copla de Yusta, y compararla
con una estrofa de Otras coplas a lo divino de San Juan
(redondillas):
Tras de un amoroso lance,
y no de
esperanzas falto
volé tan alto tan alto,
que le di a la caza
alcance.
En la imagen del arco y la flecha está recogida
tanto la tradición mística, donde la tensión del arco y la flecha
lanzada al cielo forman parte de esa metáfora de la caza de altura
en la que el “alcance” es la expresión del éxtasis místico,
como la tradición clásica grecolatina del arco y las flechas de
Cupido… Por lo tanto, en esta breve composición de Yusta hay una
gran riqueza de alusiones literarias que, al ser aplicadas a la jota
que representa la tradición de su tierra, produce por contraste un
efecto muy novedoso. Algo así pasa con su copla:
Cinco
sentidos tenía
y los cinco yo perdí,
porque tú me los
robaste
cuando te fijaste en mí.
(MAYUSTA,
Cancionero, pág. 21)
que recuerda esas otras coplas
gallegas, muy populares, que seguro que conocen:
Ojos
verdes son traidores
azules son mentireiros
los negros y
acastañados
son firmes y verdadeiros
Cinco sentidos
tenemos
los cinco necesitamos
pero los cinco perdemos
cuando
nos enamoramos
La copla, como vemos, es una forma poética
que sirve de letra a las canciones populares de todas partes de
España: jotas, chotis, canciones gallegas, cuplés… Su nombre
proviene de la voz latina copŭla, que significa "enlace",
"unión", ya que a menudo al ser cantadas las cuartetas se
amplían con versos de unión o enlazados de una cuarteta a la otra,
o bien se producen repeticiones o variaciones de versos, a veces en
forma de estribillos, etc.
Los chotis y cuplés de los que
hablaba antes tienen también como base las cuartetas octosilábicas;
“La violetera” que popularizó Raquel Meller -y universalizó
Chaplin- es una cuarteta de copla, aunque con una ligera variación
en la repetición del cuarto verso:
Llévelo usted
señorito,
que no vale más que un real,
cómpreme usted este
ramito
cómpremelo señorito,
p’a lucirlo en el ojal.
La cuarteta octosilábica de la copla, por lo tanto, está
profundamente arraigada en la cultura popular peninsular. En la
página 547 de su clásico manual “Métrica Española”, Tomás
Navarro Tomás dice de la copla que es «la más corriente de las
estrofas populares. Se cuentan por millares en las colecciones
folklóricas. Puede decirse que su abundancia compite con la de los
refranes. Se canta en la jota aragonesa, en la charrada salmantina,
en la ronda manchega, en la cueca chilena, en la mañanita mexicana,
etc. Figura en el canto andaluz con los nombres de saeta, petenera,
malagueña, rondeña, granadina y varios otros enumerados por Manuel
Machado en su Cantaora. A veces se componen en serie encadenada
repitiendo la última palabra o todo el verso final de cada cuarteta
al principio de la siguiente». Según hace constar en la
página 433 el mismo autor, «la cuarteta es una combinación de
cuatro octosílabos con asonancia en los pares, abcb. Aparece
atestiguada desde las jarchyas hispano-hebreas del siglo XI. Es
designada comúnmente, por antonomasia, copla o cantar». Así lo
hace constar también en el prólogo del “Cancionero” José Luis
Melero cuando dice que en Aragón a la copla se la denomina canta,
cantar o cantica.
Este profundo arraigo de la copla en
nuestra cultura se explica porque su surgimiento es tan antiguo como
el de las lenguas vernáculas peninsulares. De hecho, es probable que
la copla proceda de versos pareados más largos, al igual que los
antiguos romances, que a su vez son desgajamientos de los cantares de
gesta, de ahí que tanto los romances como las coplas tradicionales
tuvieran rima asonante en los pares.
La lírica
medieval se caracterizó por una gran diversidad de formas métricas.
Esa misma riqueza métrica continuó viéndose durante todo el
Renacimiento, momento en que produjo la dignificación de la lírica
tradicional con la inclusión de motivos y rasgos estilísticos
folclóricos dentro de la literatura culta de la época: "Toda
la literatura hispánica de la gran época -señala Margit Frenk
Alatorre- , desde la Celestina hasta Calderón, está atravesada por
una veta popularizante, sin la cual no sería lo que es". En
efecto, como ha señalado entre otros estudiosos Américo Castro, el
hombre renacentista idealizaba al hombre primitivo, alejado de los
vicios de la civilización y más cercano a Dios. A finales del XVI y
principios del XVI esa imitación de la lírica popular fue tan
sistemática que Frenk Alatorre observa que se puede hablar de una
auténtica escuela poética semipopular: «En ese nuevo espíritu se
escribieron muchos estribillos de letrillas y de romances y además
se creó todo un género, que llegaría a tener enorme importancia,
lo mismo dentro de la literatura contemporánea que en la poesía
folklórica de los siglos subsiguientes: la seguidilla».
Las
coplas de arte menor más habituales se pueden clasificar en tres
grandes tipos: la cuarteta de romance (4 octosílabos abcb),
la seguidilla (el primero y tercero heptasílabos libres y el segundo
y cuarto pentasílabos asonantados) y la redondilla (4 octosílabos
abba).
La seguidilla, como la copla, es parte de nuestra
cultura, tanto la popular como la culta, desde sus orígenes hasta
nuestros días. Ha sido cultivada no sólo por el pueblo anónimo
sino por los autores cultos, algunos de los más brillantes, por
citar sólo unos pocos casos, Antonio Machado, Rafael Alberti o
Federico García Lorca. Hay una interrelación constante entre la
corriente culta y popular a lo largo de toda la historia. En la
página 11 del prólogo de los “Cantares” de Yusta José Luis
Melero hace alusión a esto mismo: “este es sin duda uno de los
mayores deseos de cualquier escritor de coplas aragonesas: que pasen
al acervo popular y se conviertan en parte sustancial de nuestro
folclore”. La redondilla es una variante de la cuarteta más usada
en la literatura de autor, como éstas tan conocidas de Sor Juana
Inés de la Cruz en las que, como verán, el tono es marcadamente
distinto:
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin
razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que
culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su
desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las
incitáis al mal? (…)
La influencia entre la
corriente anónima de la copla y sus cultivadores en la literatura ha
sido, además, mutua: los poetas se han inspirado en el modelo
popular para construir coplas que, a su vez, a menudo han sido
recogidas por la tradición e incorporadas a su acervo, olvidándose
su autor. Así lo expresa Manuel Machado:
.
Procura tú
que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de
ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el
corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de
nombre
se gana de eternidad.
También los
compositores de música clásica se inspiraron con frecuencia en
estas composiciones populares. Por poner sólo un ejemplo muy
conocido, María de la O Lejárraga García escribió, bajo el nombre
de su marido, las coplas que son la letra de la “Canción del fuego
fatuo” de “El amor brujo” de Falla:
Lo mismo que el
fuego fatuo
lo mismito es el querer
lo huyes y te persigue
lo
llamas y echa a correr
Pero aunque la copla tuvo un
extraordinario auge en el XX, cuando se popularizó especialmente con
la conocida como ‘copla andaluza’ (Concha Piquer, Estrellita
Castro, Rocío Jurado) su origen medieval lo atestigua la misma
estructura métrica de la cuarteta, que sugiere su procedencia del
desmembramiento en dos hemistiquios de un verso más largo, de ahí
que la rima sea en los pares y los impares queden sueltos.
En
cuanto a los temas, el amoroso es indudablemente el más tratado en
este tipo de composiciones en cualquier época, y también es el más
recurrente en las coplas de M. A. Yusta:
Quien quiera
entender de amor
que aprenda a leer miradas,
a escuchar en
los silencios
y a sellar palabras vanas.
(MAYUSTA, Cancionero,
pág.26)
Las coplas tradicionales
hablan de amores y a menudo, claro, destilan una cierta moralina
añeja, que en las de Miguel Ángel Yusta desaparece para dejar paso
a una sensibilidad amorosa más moderna:
No ates jamás
el amor
con cadenas y grilletes
déjalo que vuele libre
que
si está preso, se muere.
(MAYUSTA, Cancionero,
pág.27)
Además del tema amoroso, Miguel Ángel Yusta
toca otros relacionados con su tierra. Sus “Cantares” se
articulan así en cuatro grandes bloques temáticos: “Coplas de
amor”, “La tierra aragonesa”, “Las gentes, el paisaje” y
“Coplas de costumbres”:
Las coplas de jota son
como el
aire de mi tierra,
nos hacen caminar firmes
y se nos llevan las
penas.
(MAYUSTA,
Cancionero, pág.27)
Arrancarán de los campos
la
vid que cavó mi padre
mas no de mi corazón,
que junto a su
tierra late.
(MAYUSTA,
Cancionero, pag.64)
El lenguaje de las coplas
suele ser coloquial y directo, aunque se recurre a menudo al doble
sentido o a los juegos de palabras para conseguir efectos cómicos,
como en esta copla llena de sentido del humor:
Una luz en mi
ventana
dejo encendida de noche
por si vienes a
buscarme
con oscuras intenciones.
(MAYUSTA,
Cancionero, pag.27)
Estamos, pues, ante un tipo de
composición enormemente versátil. La copla se acopla -nunca mejor
dicho- casi a cualquier cantar, de modo que podríamos entonar los
versos de Yusta con la melodía de un cuplé, una canción popular
gallega, una copla andaluza, o una albada…da igual, porque la
cuarteta se adapta a todas ellas. Ahora bien, las coplas de jota
tienen una característica formal interesante, y es la repetición de
los versos segundo y cuarto para poner el énfasis en las rimas. Casi
al final de su libro, en la página 71, Yusta nos expone esta
peculiaridad formal de la jota: “se inicia la jota con el canto del
segundo verso, seguido del primero, se repite el segundo, se dicen
tercero y cuarto y se acaba el canto enlazándose nuevamente con el
primero, constituyendo siete versos cantados. Esto ha de tenerse en
cuenta a la hora de componer la copla para que sea coherente su
sentido al interpretarla. Cargar la fuerza en el segundo verso, que
inicia el cante y encadenar el sentido del cuarto con el primero, que
terminan la jota, son algunas de las importantes premisas para que
llegue al oyente en plenitud expresiva”.
De modo que,
enlazando con lo que decía al principio y ya para terminar, quisiera
presentarles cómo quedaría aquella copla que tanto me gusta del
arco y la flecha al ser cantada como una jota, y ya me dirán si no
gana en expresividad e intensidad con la repetición de las palabras
finales de los versos pares, ‘cielo’ y ‘arquero’:
Desde
el corazón al cielo,
la jota es flecha lanzada
desde el
corazón al cielo,
el sentimiento es el arco
y quien la canta
el arquero,
y quien la canta el arquero,
la jota es flecha
lanzada.