Cancionero
de coplas aragonesas.
Miguel Ángel Yusta.
Olifante 2011
PRÓLOGO
José Luis Melero.
José Luis Melero.
Hay
quienes aseguran que la cuarteta se inventó
sólo
para que con ella pudiera cantarse la jota
aragonesa.
Sería hermoso poder creerlo. Pero lo
cierto
es que esos cuatro versos octosílabos, que
riman
en asonante el segundo y cuarto, fueron la
combinación
métrica elegida para crear la copla
–que
en Aragón se llama también canta, cantar o
cantica–
y han constituido desde siempre el soporte
textual
habitual de la jota cantada, excepción
hecha
de los estribillos y de algunas pocas
coplas
de cinco o seis versos.
Esa
estrofa ha sido históricamente utilizada
en
Aragón por dos tipos de poetas: los de
extracción
popular, los hombres del pueblo que
con
su ingenio y sensibilidad tradicionales han
creado
algunas de las cantas más hermosas; y los
de
formación académica y voluntad y exigencia
literarias,
los escritores “cultos” para entendernos,
que
también han puesto en muchas ocasiones su
inspiración
al servicio de la jota. Entre los prime
ros,
con más o menos matices, podemos recordar
a
Ambrosio Ruste, Emilio Ester Rubira, Ruperto
Aznar
Sanz, Luis Sanz Ferrer, José Iruela, Antonio
Zaera,
Pedro Lafuente, Joaquín Yus, Vicente
Torres
o Antonio Arilla. Los segundos son tantos
que
sería imposible nombrarlos a todos: desde
Eusebio
Blasco, Luis Royo-Villanova, Joaquín
Dicenta,
Mariano de Cavia, Cosme Blasco, Mariano
Miguel
de Val o Juan Moneva (quien, a pesar
de
escribir no pocas coplas, aseguraba con su
sinceridad
y tono cáustico habituales que la jota
no
representaba de modo inequívoco el alma y el
carácter
de Aragón, y que lo que éste necesitaba
era
templar caracteres y no guitarras) hasta José
García
Mercadal, Fernando Castán Palomar, Alberto
Casañal,
Sixto Celorrio, Gregorio García-
Arista,
Alfonso Zapater o José Verón Gormaz.
A
este último grupo, al de los poetas y escritores
con
mayúsculas, pertenece Miguel Ángel
Yusta,
quien no sólo no ha desdeñado la copla
como
modo de expresión poética sino que se ha
convertido
en los últimos años en uno de sus más
decididos
defensores desde su sección “Rincón de
coplas”
en Heraldo de Aragón. Yusta, que es poeta
delicado
y exquisito y uno de los autores de coplas
más
importantes de Aragón, ha perdido ya la
cuenta
de las veces que ha ganado el Concurso de
Coplas
Aragonesas que convoca el Ayuntamiento
de
Zaragoza, y ha conseguido el honor sin parangón
de
que algunas de sus cantas sean ya patrimonio
de
todos y de que todos las canten sin conocer
su
autoría. Este es sin duda uno de los mayores
deseos
de cualquier escritor de coplas aragonesas:
que
pasen al acervo popular y se conviertan en
parte
sustancial de nuestro folclore. Hoy ya nadie
recuerda
quién compuso “Me llamaste labradora /
pensando
que era bajeza / y me pusistes un ramo
/
de los pies a la cabeza”, que tantas veces hemos
oído
cantar; y nadie recordará mañana que fue
Miguel
Ángel Yusta el que escribió: “Asomarte
a
la ventana / de noche no deberías, / que haces
levantarse
a todos / pensando que ya es de
día”,
o la muy emocionante: “Cuando yo muera
ponedme
/ bajo tierra aragonesa / que quiero,
poquico
a poco, / fundirme entero con ella”. No
todos
sin embargo han pensado siempre así, y
Gregorio
García-Arista se quejaba ante Rodríguez
Marín
“de lo efímero de la satisfacción que puede
alcanzar
el autor de coplas que, al divulgarse, pierden
la
paternidad”, a lo que el poeta y folclorista
sevillano
tuvo que recordarle “el placer de ver el
autor
popularizada y en boca de todos su propia
obra”.
Miguel
Ángel Yusta ha retomado pues la
antigua
tradición, nunca perdida del todo, de
que
los grandes escritores aragoneses dedicaran
algunos
de sus afanes a la jota aragonesa. Yusta ha
sido
tan generoso con sus gentes y su cultura que
decidió
que esos esfuerzos por difundir y prestigiar
la
jota no serían pocos sino abundantes,
pródigos
y fecundos. Y el resultado es este cancionero
de
coplas que viene a enriquecer de forma
indiscutible
la gran bibliografía ya existente sobre
cantares
aragoneses. Coplas de amor, coplas sobre
Aragón,
sus gentes y su paisaje, coplas de costumbres,
rondaderas…,
coplas que nos llegan al
corazón
porque nos hablan de los sentimientos y
las
pasiones de muchos de nosotros.
Por
esa dedicación a nuestras coplas, por esa
generosidad
en entregar a la jota buena parte de
su
talento, los aragoneses estamos en deuda con
Miguel
Ángel Yusta. El pueblo llano aragonés, el
que
todavía canta la jota a diario sin pedir perdón
por
ello a los gurúes de la modernidad y a
tantos
como se empeñan en uniformarnos bajo
una
cultura global, ha encontrado en él al mejor
de
sus troveros.
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