La letra de la jota
Miguel-Ángel
YUSTA
Es más que evidente el compromiso del ser aragonés con
la jota. Aunque esté demostrado suficientemente que la jota es
amplia en su geografía y abarca muchas regiones de España, no
parece menos cierto que la raigambre popular de la jota aragonesa la
constituye en paradigma de todas ellas y en el máximo exponente, en
cuanto a fuerza expresiva y belleza en su cante y baile, de toda la
diversidad del rico folklore español. Pero con ser rotunda la música
y bellísima en su variedad la coreografía de la jota bailada,
quisiera detenerme, en este pequeño trabajo, en el aspecto básico
que engendra la jota: en la copla aragonesa, canta o cantica que,
cantada, se convierte en jota. Es la letra de la jota su esencia
especial, que la hace, en palabras de Darío Pérez: “Alegre en
nuestros campos, fecunda en nuestras fiestas, bizarra en nuestras
rondas, noble en nuestras contiendas, dulce en labios de la amada,
ingenua en boca del pueblo, santa en caricia de madre.” Y además
–añado- himno, lamento, oración, socarronería, piropo, ironía,
critica, reflejo de amores, de vida cotidiana, loa de personajes
populares, canto al Pilar y al Ebro, a la tierra y a la patria,
crítica política y testimonio de aragonés y baturro, en el sentido
moderno, dignificado y afortunadamente redimido de esta palabra.
Terco,independiente,austero
sobrio, seco, brusco y duro
tierno, sereno y ardiente:
aragonés... y baturro.
La copla propiamente aragonesa o
canta ha de ser de cuatro versos octosílabos, asonantados el segundo
con el cuarto (aunque muchas y buenas letras son aconsonantadas y
cuartetas). Cuatro certeros dardos que han de expresar con brevedad,
concisión, gracia y belleza, la idea y el sentimiento del autor, y
ser susceptibles de cantarse con cierta facilidad en la expresión
vocal del jotero, para que pueda lanzarla al aire con rotundidad, sin
extraños trabalenguas que empobrezcan y empañen la expresión
franca de los versos. A ello contribuye la manera de cantar los
cuatro octosílabos ya que, comúnmente, se inicia la jota con el
canto del segundo verso, seguido del primero, se repite el segundo,
se dicen tercero y cuarto y se acaba el canto enlazándose nuevamente
con el primero, constituyendo, así, siete versos cantados. Esto ha
de tenerse en cuenta a la hora de componer la copla para que sea
coherente su sentido al interpretarla. Cargar la fuerza en el segundo
verso, que inicia el cante y encadenar el sentido del cuarto con el
primero, que terminan la jota, son algunas de las importantes
condiciones para que llegue al oyente en plenitud expresiva. Así la
copla:
Para decir que me quieres
mírame antes a los ojos:
verás cómo no hacen falta
palabras entre nosotros,
al cantarse, lo sería de esta forma:
Mírame antes a los ojos:
para decir que me quieres
mírame antes a los ojos.
Verás cómo no hacen falta
palabras entre nosotros.
Palabras entre nosotros,
para decir que me quieres.
Pero al margen de consideraciones técnicas, que eruditos con admirable magisterio exponen en sus fundamentales obras sobre la jota aragonesa (Galán Bergua, Solsona, Zapater, Cester Zapata, Turón, Melero, Artiaga, Vela, Barreiro...) y que invito a consultar al lector amante de nuestro folklore, quisiera destacar la copla como un factor básico, expresivo, maravilloso en su brevedad y por ello meritorio en su elaboración, que puede ser seda o acero en el oído, tema de actualidad, vehículo de transmisión y que tal vez hoy tiene sus ejes desgastados y oxidados por la monotonía impuesta por repertorios “de siempre” que estrangulan la salida de nuevas coplas que revitalicen los tópicos y amaneramientos de muchas de nuestras jotas. Claro que hay letras maravillosas en los repertorios de los joteros, pero son también muchas las que se repiten hasta la saciedad porque el cantador ya las ha adaptado a la tonada, y quedan en la oscuridad coplas extraordinarias de muchos autores que, con temas renovados, intentan que la jota sea un vehículo dinámico, vivo y palpitante, de transmisión de la más rabiosa inquietud y actualidad en todos los órdenes.
Los concursos de coplas aragonesas son
escaparate donde salen a la luz muchas de estas renovadas e
ilusionadas canticas, pero luego quedan, salvo honrosas excepciones,
en el olvido más absoluto. La jota, nuestra jota aragonesa, ese
canto fuerte, rotundo, penetrante, pero también tantas veces caricia
sensible, ha de revitalizarse y renovarse en su letra como se
renuevan cada día nuestras inquietudes y deseos. Nuestra tierra ha
dado escritores magníficos que no han tenido empacho en escribir
coplas de jota inmortales. Gentes del pueblo, anónimos, han creado
las mejores canticas en tiempos pasados. Hoy debemos, más que nunca,
invitar e incitar a nuestros paisanos escritores y copleros para que
la copla aragonesa, renovada, sea cada día más válida como modo de
expresión genuino de nuestra gente y a los joteros, a seleccionar
las mejores de entre ellas, adaptarlas a las tonadas y convertirlas
en jotas.
La Jota en la intimidad.
Que la jota
sea casi siempre sinónimo de fuerza, rotundidad, canto al viento y
al sol, no quiere decir que no haya de ser también, y muchas veces,
vehículo de los sentimientos más delicados. En ese sentido hay
letras de jota que constituyen pequeñas obras poéticas que,
convenientemente cantadas, hacer aflorar la emoción al destinatario
oyente. Coplas de amor y belleza que desdicen la tópica creencia de
que sólo los aires del sur pueden sugerir cosas bonitas al oído y
en la intimidad, ya que resultan hermosísimas y emotivas con el aire
de una jota y más si se cantan en el inigualable espectáculo de la
ronda aragonesa:
Cuando rondo por la noche
voy pensándome una jota
para dejarla prendida
en el balcón de mi moza.
Y es que la rondalla es, en efecto, uno de los más hermosos espectáculos del folclore aragonés. Ojalá que se vaya revitalizando, que los grupos salgan más a rondar, que se ronde como antaño por esas calles, paseos y plazas de nuestras ciudades y pueblos rompiendo la noche el sonido de las guitarras y las templadas voces de los joteros, abriendo balcones y ventanas, llevando la jota al corazón del oyente que, emocionado, se constituye en parte activa siguiendo la ronda. Quien no ha seguido una rondalla rompiendo la noche, se ha perdido una de las más hermosas emociones que puede sentir un aragonés.
Al rondarte vi la luna
reflejadica en tu cara.
Desde entonces voy de noche
a soñar a tu ventana.
Hay pocos espectáculos que pongan la emoción tan a flor de piel como una rondalla aragonesa. Es el momento de la intimidad de la jota, aunque esa ronda sea multitudinaria. No es el recital, ni el teatro, ni el festival folclórico, ni la boda con el grupo jotero animando el final: es la jota pura, genuina, desnuda de parafernalia, callejera, sobria, verdadera, con el único decorado de la noche y las estrellas. La jota aragonesa, grandiosa expresión de un pueblo, que todos estamos obligados a enriquecer, acrecentar y propagar.