domingo, 19 de septiembre de 2021

Rincón de la copla XX Aniversario. Septiembre 2021

Aunque Caspe no es ciudad,

 es villa muy regalada, 

se riega con cinco acequia

s y por ninguna baja agua. 

 

 Alberto Serrano Dolader, caspolino de pro, y compañero de estas páginas durante muchos años me envíó hace tiempo esta preciosa información: En 1811 el gobierno afrancesado de España decidió premiar a Caspe con el título de Ciudad, "tomando en consideración los muchos, los grandes, los penosos servicios que la Villa había prestado al Emperador Napoleón". Los galos perdieron la guerra y todo se olvidó... pero el 21 de junio de 1861 la reina Isabel II de nuevo distingue a los caspolinos con el mismo nombramiento. Las fechas mencionadas (1811 y 1861) nos dan la clave para asegurar que esta letra de copla es muy, pero que muy antigua. Los versos -que ironizan sobre sequías y obras inconclusas-, los recogió como una reliquia Gabriel María Vergara al publicar en 1923 su famoso "Diccionario Geográfico Popular de Cantares". 

 

Una enferma vieja y pobre

 se muere de consunción, 

si don Joaquín no la salva

 no hay para ella salvación. 

 

Como ya publicamos hace unos meses, se cumple este año el 175 aniversario de un gran aragonés: Joaquín Costa, el "León de Graus". Notario, jurista, político, historiador, economista y escritor, fue representante máximo del regeracionismo, con trayectoria muy importante en su tiempo. Su obra está estudiada en cientos de publicaciones y charlas. Joaquín Costa y Martínez (Monzón 1846-Graus 1911) fue “un labriego aragonés forrado de intelectual” que, gracias a su trabajo, esfuerzo y compromiso, consiguió tener una importante voz en una época difícil. "Escuela y despensa" era uno de sus lemas. El profesor Javier Barreiro aporta una significativa copla que se le cantó por Bernardo Benito en un homenaje organizado por los republicanos zaragozanos en el Teatro Circo en 1905.

 

 Deben los de Zaragoza 

esquivar dardos certeros: 

unos que lanza la envidia, 

otros que los manda el cierzo. 

 

Dicen, y verdades son, muchas cosas buenas de los zaragozanos y sus cualidades: somos acogedores, sencillos y noblotes. Pero también las dicen malas. Parece que somos, debido entre otras cosas al viento que nos azota (ese cierzo persistente y temible cuando se embravece), gentes un tanto inconformistas e individualistas. Claro que tenemos virtudes grandes que nos compensan, pero eso no quita para que seamos a veces un tantico envidiosos del vecino e intentemos siempre estar en guardia por si nos supera en algo, cosa que, en general, no llevamos del todo bien. En fin, que en todas partes cuecen habas y por aquí las cocemos también. Qué se le va a hacer. Así que ojo con los dardos del cierzo y también con las punzadicas de quienes no saben alegrarse del bien ajeno. 

 

Cierran las luces del día

 los pájaros extraviados

 y el pensamiento reposa

 en el apacible ocaso. 

 

 Esta es una copla de paz y sosiego pues acaba de entrar el otoño y una ligera nostalgia nos invade; el camino nos conduce al invierno, las horas de luz disminuyen y ya son muchos meses de malas noticias, desde aquel marzo de 2020 en que tuvimos que confinarnos, cambiaron muchas vidas y otras se apagaron. Pero poco a poco ha de renacer la esperanza y tal vez aprendamos a priorizar las cosas verdaderamente importantes en la vida. Llega octubre y con él la fiesta grande de los zaragozanos: el Pilar. Ojalá que podamos celebrarlo en los corazones y con la prudencia aconsejable en las calles pensando un poco en tantos como sufren las guerras y la injusticia. Alegría, si, pero también verdadera solidaridad. No solo de botellones vive el hombre...

 (Heraldo de Aragón, 5,12,19,26 septiembre 2021)

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