Nada
más disculpable o más conmovedor que el amor. Y lo de Mayusta hacia
la copla lo es. Y si el amor se dirige hacia causas perdidas, resulta
todavía más conmovedor. Por eso, aunque ya prologué, más extensa
y académicamente, una de sus primeras antologías copleras, no
puedo soslayar el reclamo del autor para añadir unas líneas, cuando
todo está dicho por quienes me anteceden en la glosa.
Además,
aquellos que entre nuestras pasiones hemos contado siempre con la
literatura, la cultura popular y la jota, no podemos dejar de sentir
afección y simpatía por el decir popular más específico de
nuestra lengua. La copla podrá estar en el candelero o ser
únicamente sostén del folklore popular pero nunca dejará de ocupar
su lugar natural en la forma de expresarse el pueblo. El ritmo
octosilábico y la asonancia surgen casi espontáneamente del
hablante popular cuando quiere expresar algo con “adorno”, darle
una entidad estética... Cuando esos ritmos y asonancias se trasladan
a la prosa, percibimos, en cambio, una torpeza que convierte la
música en sonsonete.
Por
todo ello, entre los copleros suele haber chapuceros, artesanos y
poetas. ¿Qué duda cabe de que Mayusta pertenece a estos últimos?
La generosidad lo incita a buscar, entre sus maestros y amigos,
ejemplos tan variados como los que aquí ha reunido: Clásicos y
modernos, como dijera Azorín en 1919. Pero también tienen su lugar
las muestras propias y son tan variopintas que, lo mismo que los
autores escogidos, unas parecen clásicas y otras, modernas; las hay
de encargo y espontáneas; de amor y desesperación, en relación a
la naturaleza y el paisaje, el sexo, el humor…, hasta coplas
culebreras, si uno quiere encontrar rarezas y sobresaltos. Y no puede
faltar la copla aragonesa, que García-Arista quiso codificar con tan
regular éxito como el que obtuvo su propuesta de denominarla
“cantica”en su modalidad cantada. Escribió don Gregorio:
"Tiene
la copla o canta como medio de expresión de todos sus sentires. Y
con ella halaga, y con ella maldice, y con ella saluda, y con ella
desprecia, y con ella amenaza, y con ella acaricia, y con ella reta,
y con ella hiere… ¿Qué mucho, pues, que la copla sea también el
medio casi único de expresar sus sentires amorosos?... Para ello
necesita y dispone de bien provisto arsenal, que le saque de apuros
en todos los trances".
¿Podríamos
decir lo mismo de la copla andaluza? Lo cierto es que yo creo que sí
y que por más que busquemos diferencias en sus rasgos textuales, como
lo procuró Sancho Izquierdo, la principal estriba en la música,
que es el vehículo emocional del sentimiento. La copla andaluza tuvo
la fortuna de que el 22 de diciembre de 1928 se estrenara en el
madrileño teatro Pavón, una obra de Quintero y Guillén con ese
título, cuyo éxito desbordó e hizo definitivamente popular lo
flamenco o, mejor, lo que desdeñosamente se llamó “ópera
flamenca”e incluso provocó el malentendido que ha llegado a la
actualidad, de que la copla se utilizara para denominar a la canción
popular española, lo que es tan malo para la una como para la otra.
La copla aragonesa no llegó sino a servir de título en 1933 a una
obra del citado García-Arista, que, entre su tiempo y el nuestro, no
habrán leído más de un millar de personas.
Quiero
llegar con esto a que no podemos esperar que la copla vuelva a
recuperar el lugar del que disfrutó cuando el propietario de una
abacería componía una y la colocaba en un pincho sobre el saco de
judías para publicitarlas, cuando Valle-Inclán componía las suyas
para el jabón de los Príncipes del Congo o cuando, entre los
siglos XIX y XX, periódicos y revistas semanales rebosaban de
coplas de toda laya. En estos momentos, el vehículo propio de la
copla en Aragón seria la renacida jota y, venturosamente, en los
espectáculos de los grandes creadores musicales de la jota de hoy,
como Alberto Gambino o Alberto Artigas, sustentados por artistas de
la talla de Miguel Ángel Berna, Nacho del Río, Beatriz Bernad y
otros, coplas como las de Mayusta y unos pocos poetas
que no es oportuno nombrar aquí, están poniendo los cimientos para
un resurgir de esta tan veterana forma de expresarse.
Somos
tan memos que decimos haiku y
se nos cae la baba y cuando hablamos de copla, pensamos en las de la
tía Raimunda. Ojalá libros como este y otros, que deberían
apuntalar los aludidos cimientos, sigan floreciendo en los múltiples
registros a que esta forma poética puede dar lugar.
JAVIER
BARREIRO
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