miércoles, 12 de agosto de 2020

La Copla. Epílogo. Prof. Javier Barreiro

Nada más disculpable o más conmovedor que el amor. Y lo de Mayusta hacia la copla lo es. Y si el amor se dirige hacia causas perdidas, resulta todavía más conmovedor. Por eso, aunque ya prologué, más extensa y académicamente, una de sus primeras antologías copleras, no puedo soslayar el reclamo del autor para añadir unas líneas, cuando todo está dicho por quienes me anteceden en la glosa.



Además, aquellos que entre nuestras pasiones hemos contado siempre con la literatura, la cultura popular y la jota, no podemos dejar de sentir afección y simpatía por el decir popular más específico de nuestra lengua. La copla podrá estar en el candelero o ser únicamente sostén del folklore popular pero nunca dejará de ocupar su lugar natural en la forma de expresarse el pueblo. El ritmo octosilábico y la asonancia surgen casi espontáneamente del hablante popular cuando quiere expresar algo con “adorno”, darle una entidad estética... Cuando esos ritmos y asonancias se trasladan a la prosa, percibimos, en cambio, una torpeza que convierte la música en sonsonete.



Por todo ello, entre los copleros suele haber chapuceros, artesanos y poetas. ¿Qué duda cabe de que Mayusta pertenece a estos últimos? La generosidad lo incita a buscar, entre sus maestros y amigos, ejemplos tan variados como los que aquí ha reunido: Clásicos y modernos, como dijera Azorín en 1919. Pero también tienen su lugar las muestras propias y son tan variopintas que, lo mismo que los autores escogidos, unas parecen clásicas y otras, modernas; las hay de encargo y espontáneas; de amor y desesperación, en relación a la naturaleza y el paisaje, el sexo, el humor…, hasta coplas culebreras, si uno quiere encontrar rarezas y sobresaltos. Y no puede faltar la copla aragonesa, que García-Arista quiso codificar con tan regular éxito como el que obtuvo su propuesta de denominarla “cantica”en su modalidad cantada. Escribió don Gregorio:

"Tiene la copla o canta como medio de expresión de todos sus sentires. Y con ella halaga, y con ella maldice, y con ella saluda, y con ella desprecia, y con ella amenaza, y con ella acaricia, y con ella reta, y con ella hiere… ¿Qué mucho, pues, que la copla sea también el medio casi único de expresar sus sentires amorosos?... Para ello necesita y dispone de bien provisto arsenal, que le saque de apuros en todos los trances".



¿Podríamos decir lo mismo de la copla andaluza? Lo cierto es que yo creo que sí y que por más que busquemos diferencias en sus rasgos textuales, como lo procuró Sancho Izquierdo, la principal estriba en la música, que es el vehículo emocional del sentimiento. La copla andaluza tuvo la fortuna de que el 22 de diciembre de 1928 se estrenara en el madrileño teatro Pavón, una obra de Quintero y Guillén con ese título, cuyo éxito desbordó e hizo definitivamente popular lo flamenco o, mejor, lo que desdeñosamente se llamó “ópera flamenca”e incluso provocó el malentendido que ha llegado a la actualidad, de que la copla se utilizara para denominar a la canción popular española, lo que es tan malo para la una como para la otra. La copla aragonesa no llegó sino a servir de título en 1933 a una obra del citado García-Arista, que, entre su tiempo y el nuestro, no habrán leído más de un millar de personas.



Quiero llegar con esto a que no podemos esperar que la copla vuelva a recuperar el lugar del que disfrutó cuando el propietario de una abacería componía una y la colocaba en un pincho sobre el saco de judías para publicitarlas, cuando Valle-Inclán componía las suyas para el jabón de los Príncipes del Congo o cuando, entre los siglos XIX y XX, periódicos y revistas semanales rebosaban de coplas de toda laya. En estos momentos, el vehículo propio de la copla en Aragón seria la renacida jota y, venturosamente, en los espectáculos de los grandes creadores musicales de la jota de hoy, como Alberto Gambino o Alberto Artigas, sustentados por artistas de la talla de Miguel Ángel Berna, Nacho del Río, Beatriz Bernad y otros, coplas como las de Mayusta y unos pocos poetas que no es oportuno nombrar aquí, están poniendo los cimientos para un resurgir de esta tan veterana forma de expresarse.

Somos tan memos que decimos haiku y se nos cae la baba y cuando hablamos de copla, pensamos en las de la tía Raimunda. Ojalá libros como este y otros, que deberían apuntalar los aludidos cimientos, sigan floreciendo en los múltiples registros a que esta forma poética puede dar lugar.



JAVIER BARREIRO

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